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Hoy os traigo una historia bonita, aunque dura. La de un jugador que supo seguir luchando contra viento y marea cuando todo iba mal y ahora está viendo, por fin, la luz al final del túnel. Las lesiones se cruzaron en el camino del que estaba destinado a ser uno de los mejores bases de la década, pero Shaun Livingston ha sabido volver a encontrar ese camino para, poco a poco, dejar alguna muestra de lo que pudo ser, y p
or desgracia, probablemente nunca será a causa de esa rodilla maldita.

Shaun Livingston en el instituto
Me remontaré a 2004, cuando Livingston estaba considerado como uno de los mejores jugadores de high-school de Estados Unidos. Eran los años de Dwight Howard o LeBron James, quien marchó a la NBA un año antes. Y también se hablaba mucho de Livingston. Incluso, llegó a ser comparado con Magic Johnson. Sus 2 metros de altura, brazos largos y sobre todo, su capacidad pasadora llamaban la atención a los scouts NBA. Shaun manejaba el balón como pocos pueden soñar con hacerlo, inventaba pases imposibles y daba exhibiciones con la esférica entre sus manos. Y se vio preparado para el Draft.

Casualidades del destino, llegó a Los Angeles, como Magic, pero al otro equipo, los Clippers. Conocidos en ese momento por su mala visión en el Draft, dado que aún estaba reciente el pick de Michael Olowakandi, Shaun quería demostrarles que él sí era una buena elección. Pero la rodilla empezó a darle problemas. En su año rookie sólo jugaría 30 partidos a causa de las lesiones. Como sophomore, contó con menos confianza y menos rendimiento en pista, quedándose en 6 puntos y 5 asistencias de promedio. Pero en la temporada 2006-2007 todo empezó a funcionar.
En ese año se vio al Shaun más desatado, recuperó la confianza y las ganas de jugar. La rodilla no era un problema. 19 puntos, 8 asistencias y 5 robos contra Washington. O mejor, los 14 puntos y 14 asistencias contra Golden State, probablemente el mejor partido de su carrera. Era 24 de Febrero de 2007 y Shaun estaba en su mejor momento, subido en una montaña rusa sin aún saberlo. Se daría cuenta pronto.
2 días después, los Clippers recibían Charlotte. A los pocos minutos de empezar el primer cuarto, Shaun roba un balón y marcha hacia la canasta. Una bandeja fácil que falló, pero en menos de un segundo eso sería lo de menos. Al caer, su rodilla izquierda se desintegró en mil pedazos. Rotura de 3 de los 4 ligamentos de la misma. Caída libre. Parecía el fin del trayecto.

A partir de ahí, su travesía particular por el desierto. Los Clippers no querían a un jugador con tendencia a las lesiones y en el que las mismas podían afectar mucho a su juego. Y le llegó la hora de viajar. Muchos contratos cortos, como parche para cubrir lesiones o de prueba para ver si seguía siendo capaz de aportar algo. Se recorrió el país entero. Miami, Oklahoma, Washington...incluso Charlotte, donde pudo anotar algunas canastas como la que se le resistió aquel fatídico día contra los propios Bobcats.

Pero no se rindió, y en verano le llegó la oportunidad de unirse a todo un aspirante al título, los Brooklyn Nets. Resignado, aceptó su papel minoritario, debido a que los Nets ya cuentan con Deron Williams en el puesto de base. Pero las lesiones que le cerraron las puertas un día le concedieron una segunda oportunidad este año. En una de las primeras ausencias de Deron, anotó 23 puntos. Ante Milwaukee, ya con Deron recuperado, también tuvo minutos. Y 20 puntos. El vagón volvía a subir por las rampas de la montaña rusa. 
Y este pasado viernes llegó la gran noche. Deron Williams de nuevo en el banquillo lesionado, y Shaun Livingston titular contra los Miami Heat, el equipo que le volvió a dar la oportunidad de jugar al baloncesto tras la lesión. Y aquella noche Livingston volvió a ser el de antes. 19 puntos, 11 rebotes, 5 asistencias y 3 tapones. Jugó 51 minutos en los que se gustó, dirigiendo al equipo y aportando cuando se le necesitaba. Incluso, regaló varias jugadas de calidad, como un tremendo mate tras un espectacular spin-move de los que ya no se le creía capaz de hacer. Era él, de nuevo. Shaun Patrick Livingston. Recordando aquellos días, meses, años de calvario y sonriendo desde arriba en su particular montaña rusa. 

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