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Isaiah Thomas es un nombre que suena a baloncesto, a baloncesto y del bueno además. Quizá hace 2 o 3 años, a cualquier aficionado de la NBA le sonaría a Bad Boys, a aquellos Pistons que alcanzaron la gloria a finales de los 80 y principios de los 90. Pero no es el legendario Isiah Thomas el que nos ocupa hoy. Porque en estos últimos años otro base, otro jugón, como su "mentor" (al que algunos confunden con su padre) está irrumpiendo con fuerza en la NBA. Es Isaiah (imprescindible esa "a" intermedia para evitar confusiones) Jamal Thomas.

Curiosamente, la historia de su nombre también guarda relación con el eterno #11 Piston. En Junio de 1989, Detroit y Los Angeles Lakers medían sus fuerzas en las Finales de la NBA. Por aquel entonces, James Thomas acababa de tener un hijo, nacido en Tacoma, Washington, el 7 de Febrero de ese mismo año. Confiante en las opciones de victoria de sus Lakers, Thomas apostó que si ganaba Detroit, llamaría a su hijo Isiah, como la estrella de los Pistons. El resultado ya se sabe, aunque con una ligera modificación: esa "a" intermedia que los diferencia, presente gracias a su madre, Tina, que pretendía dotar a su hijo de un nombre bíblico. Así, la historia empezaba a ser escrita. Isaiah Thomas tuvo, desde poco después de nacer, una fuerte vinculación con el baloncesto.


No es de extrañar que el pequeño Isaiah tuviese un balón entre las manos desde muy pequeño. Pero, mientras todos a su alrededor crecían, Isaiah no lo hacía, o tardaba más en hacerlo, quedándose finalmente en los 175 centímetros que mide ahora. Y en una época en la que el talento abunda, sobre todo en el puesto de base, las cuestiones físicas cobran mayor importancia. Por lo que, pese a promediar 16 puntos en tres temporadas con los Washington Huskies, su sueño de la NBA parecía estar muy lejos.

Isaiah empezaría a ganarse el respeto desde muy abajo, desde abajo del todo. Y no sólo porque cuando llegó a la NBA era el jugador de menos estatura de la liga junto a Nate Robinson, sino porque en el Draft nadie se acordó de él. O mejor dicho, casi nadie. Había transcurrido ya una eternidad desde que Kyrie Irving se enfundase la gorra de los Cavaliers, destino Cleveland. Los Sacramento Kings sí le habían visto. Con el pick número 60, y cerrando ese Draft de 2011, la franquicia californiana seleccionaba a Isaiah Thomas. La carrera de Irving se presentaba como larga y majestuosa. La de Thomas, con suerte, le llevaría al training camp donde debería pelear un puesto que no tenía garantizado. Todo podía acabar en cualquier momento. Afortunadamente, no lo hizo.

Isaiah llegaba a una ciudad deseosa de recuperar la gloria pasada que dejaron los Webber, Bibby, Stojakovic o Divac. Pero esos deseos no pasaban por él. Porque en la universidad había un jugador de moda, en torno al que había una gran expectación y una tremenda ilusión, que también había ido a parar a Sacramento: Jimmer Fredette. Con él, Tyreke Evans y DeMarcus Cousins los Kings pretendían abandonar el pozo en el que se encontraban sumidos.

Pasó un verano de trabajo duro y en el que Isaiah parecía algo más que un pick de tantos de segunda ronda que cae en el olvido. Y llegó el debut ante los Lakers, curiosamente el equipo que, indirectamente, le dio su nombre. Y ya iba dejando cosas, detalles de lo que era capaz de hacer: 15 puntos a Memphis en su sexto partido en la NBAA, 20 a Toronto una semana después, y poco a poco se ganaría la titularidad. Incluso se atrevió a coquetear con el triple-doble, gracias a sus 23 puntos, 8 rebotes y 11 asistencias ante los Cavaliers de aquel jugador elegido 59 puestos antes que él en el Draft. Acabaría el año en el segundo mejor quinteto de rookies, y ya consagrado como titular por delante de Fredette. Ya al final de esa primera temporada, Thomas empezaba a captar la atención, y no sólo por su inesperada irrupción. Es difícil imaginar a un jugador de 1.75 que basa su juego anotador en penetraciones rapidísimas a canasta antes que en su tiro exterior. Pero Isaiah, gracias a su manejo de balón privilegiado y a su valentía es capaz de derribar las barreras de su déficit de altura, como ya ha hecho con tantas barreras que se han cruzado en su camino.

Thomas, Gay y Cousins, los tres grandes anotadores de los Kings
El resto ya nos lo sabemos. Poco a poco fue creciendo y creciendo más y más, sobrepasó por primera vez los 30 puntos y hasta participó en el Rising Stars Challenge del All-Star en 2013. Y en este 2014  ha dado definitivamente rienda suelta a su talento. Isaiah es uno de los 3 puntales anotadores de los Kings, con 20.6 puntos de promedio, casi 7 más que en 2013 (19º mejor en la NBA), ha mejorado su faceta como asistente (de 4.0 a 6.4) y la pasada noche inscribió su nombre en la historia logrando su primer triple-doble, con 24 puntos, 11 rebotes y 10 asistencias. El primer triple-doble de un jugador es siempre importante, pero en su caso lo es más, puesto que con su 1.75 es el jugador más bajo en la historia en lograrlo. No está nada mal para un jugador que pudo estar a unos minutos de desaparecer por completo del panorama NBA.

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