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La era Dumars ha terminado en Detroit. El que fuera el escolta de los temidos e históricos “Bad Boys” de los 80 y 90 y posteriormente el promotor del anillo de 2004 ha dejado las oficinas de los Pistons. Detrás suyo deja un legado impresionante, con tres anillos y dos finales, marcando un antes y un después en la historia de la Franquicia. Afortunadamente, no nos deja del todo, continuará como asesor, aunque alejado del centro neurálgico de operaciones. No valorar su aportación al equipo y a la ciudad sería ponerse una venda en los ojos y no ver que Detroit ha tenido sus dos mejores épocas con él en el ojo del huracán.

Foto: TheRichest.com
Lo malo que le he visto a Dumars es que no sabe cuándo dejarlo, hasta el momento que lo lleva todo tan al límite, que acaba perjudicando gravemente la situación. Esto lo vimos este verano pasado, antes de empezar la temporada. Dumars, ya muy criticado y con un ultimátum encima de la mesa, intentó revertir la situación con fichajes de impacto que hicieran que Detroit pasase al siguiente nivel. Innecesario, ya que los jóvenes subía fuerte. Cierto e indudable que los Pistons necesitaban un revulsivo y un referente para seguir progresando, pero Smith no entraba en ninguna quiniela. Reconozco que me emocione con su fichaje, cegado por su nombre y sus números, error de novato. Contrato de 56 millones para un jugador que tendría que jugar fuera de su posición natural, desplazado a posiciones exteriores, donde su fiabilidad se reducia enormemente. Jennings ha sido otro Expediente X, digno de análisis. Gracias a él, en Detroit han acuñado la expresión “hacerse un Jennigs”, coger la pelota, correr hacia el triple i tirar. Dejando ir a Knight, un base encantador, Middleton, con una proyección esperanzadora y Kravstov, un tercer pívot aceptable, traíamos a un cabra loca. I para dirigir a toda la tropa, un entrenador que no se hacía respetar ni sa sabía imponer. Los Pistons han dejado ir otra oportunidad de oro para devolver la ilusión a Detroit, y conseguir volver a ver de nuevo el Palace lleno. La buena noticia, si las hay, es que Detroit ha conseguido el objetivo de acabar con el 8º peor record de la NBA, así que podrán optar a ronda si hay suerte en el Lottery Pick. Este verano, el nuevo GM tendrá que tomar serias decisiones. Un nuevo entrenador es imprescindible, ya que a Loyer se le vió con muchas ganas pero con pocas ideas, y con la mecha muy corta. Ya han sonado para ocuparlo Lionel Hollins, el que fuera entrenador de los Grizzlies, y Tom Izzo, entrenador de los Spartans de Michigan State. El entrenador que venga se encontrará con un staff muy rico y variado, que eso sí que se ha hecho bien. La otra gran decisión que se tendrá que tomar será si quedarse con Monroe o Smith. El tema, digno de un artículo propio, tiene difícil solución. ¿Tiene Smith el mismo valor que el verano pasado?¿Se conformará Monroe con un salario que no sea el solicitado solo por quedarse en los Pistons? Dos posible soluciones. La primera, plantear un nuevo contrato poco aceptable para Monroe y dejar que el decida. La segunda, vender a Smith y renovar al Power Forward. 

Como dije anteriormente, todo esto no habría sucedido si Dumars hubiese hecho caso a la sensatez, y no se hubiera dejado llevar por los nombres que por si solos brillan, pero que nunca llegaron a encajar en el equipo. Creamos en el nuevo GM, que buena falta hace una cara nueva, volvamos a ganar, y veamos de nuevo el Palace lleno gritando al unísono ese famoso “¡DETROIT BASKETBALL!”.

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