Este

Oeste

Slider[Style1]

Demas6

Style2

Style3[OneLeft]

Style3[OneRight]

Style4

Style5[ImagesOnly]

Style6

Esta es la historia de un hombre que supo escuchar antes de hablar, para poder hacerlo con voz clara y segura, tan segura que es muy difícil encontrar hoy en día una voz que se le oponga. Y trabajar, trabajar tanto y tan duro como para poder exigir lo mismo a sus jugadores. Jugadores a los que, por encima de todo, decidió ser fiel como ellos lo eran respecto a él, formando algo más parecido a una familia que a un equipo de baloncesto. Y, además de hacer todo esto, cimentó aquí la base de su éxito. Tal es el éxito que desde que Gregg Popovich es entrenador de los San Antonio Spurs (1996) sólo se han perdido los Play-Offs una vez y han superado las 50 victorias en liga regular en 16 de sus 18 temporadas. 4 estandartes de campeón del mundo cuelgan del AT&T Center hoy en día, aunque la misión de "Pop" aún no ha terminado.

Nacido en la rural East Chicago, Indiana, hijo de emigrantes serbo-croatas, Gregg Charles Popovich estuvo a punto de seguir otro camino. Jugó al baloncesto en el instituto y la universidad, pero parecía más interesado por todo lo relacionado con la Unión Soviética, en torno a la cual cursó sus estudios, que en el deporte. Por suerte, Pop fue repescado para la causa como asistente y hasta dirigió a un pequeño college de la tercera división de la NCAA. Y ahí le llegó la llamada de su vida: Larry Brown le invitaba a unirse a su equipo técnico en los San Antonio Spurs. Este afán por bucear en las profundidades del baloncesto, en lo más remoto, se lo llevaría consigo Popovich, quien tras 4 años en San Antonio pasó a los Warriors de Don Nelson y el Run N' Gun. Y esta mezcla explosiva entre dos formas de ver el baloncesto siempre ha caracterizado a los Spurs de Popovich, probablemente el único equipo que, aún hoy, se siente igual de cómodo jugando a 90 puntos que a 110.
Popovich llegó a unos Spurs con David Robinson lesionado de gravedad, cuya temporada fue horrible. Los Spurs se hicieron con el primer pick del Draft y ahí les estaba esperando un proyecto de nadador olímpico al que un huracán destrozó su sueño pero le hizo elegir el camino correcto. Su nombre, Tim Duncan. Nacían las Torres Gemelas y con ellas una dinastía, que dio sus frutos ya en 1999 con el primer anillo. Duncan aprendía rápido y ya se llevó el MVP de las Finales. Vendrían tres años de sequía, pero en 2003, con la retirada de Robinson de fondo, los Nets se desplomaron ante el ya flamante MVP de la NBA. El segundo anillo que parecía marcar el final de una era resultó ser el asentamiento de la misma. 

Porque en aquel 2003 ya figuraban 3 hombres con los que nadie había contado de cara al futuro. Uno de ellos, bajito, pero a la vez listo, probablemente el jugador más inteligente que ha pisado una pista de baloncesto. Y hábil con el balón, a la vez que efectivo con el mismo. No es tan fácil encontrar un base que sepa en cada momento dónde debe estar el balón, y Popovich lo encontró donde muy pocos buscan: en Europa. Responde al nombre de Tony Parker y su leyenda sigue agrandándose. Llegó al mismo tiempo un hombre sin talento que había desfilado sin pena ni gloria por Francia y ligas menores en Estados Unidos. Muchas dudas respecto al fichaje de Bruce Bowen, pero de nuevo, Pop sabía la respuesta antes de escuchar la pregunta: Defensa, compromiso, esfuerzo y, cuando la ocasión lo requería, algún triple. Hoy, su camiseta número #12 cuelga del techo del AT&T Center. Y en 2002 se incorporaría un argentino, rescatado por Popovich con el penúltimo pick de un Draft mientras este jugaba en segunda división italiana: Manu Ginóbili, la efectividad en ambos lados de la pista y la fantasía fusionada en una camiseta con el número #20. Encontrando el talento donde nadie lo busca, como hizo su amigo Larry Brown para encontrarle a él, Popovich construyó unos nuevos Spurs. Sus Spurs. Supongo que el resto es historia. Anillos de nuevo en 2005 y 2007, y un resurgimiento casi milagroso en 2013, cuando los Spurs estuvieron a unos segundos de ganar otro anillo. Nadie los esperaba. Probablemente nadie creyó en ellos nunca. Es parte de su encanto. 

Los Spurs a los que llegó Popovich eran un proyecto prácticamente hecho, con Robinson como estandarte y rodeado de jugadores como Avery Johnson o Sean Elliott, a los que no sólo mantuvo en el equipo sino que permitió saborear el éxito. Pero los Spurs post-Robinson son totalmente obra suya. Él es el responsable del desarrollo, explosión y consagración de Tim Duncan, Parker y Ginóbili y de la perfecta armonía de estos tres con prácticamente todo el que ha jugado con ellos. Popovich sabe como nadie sacar lo mejor de lo que tiene. Bowen es sólo un ejemplo de lo que podrían acreditar Antonio Daniels, Malik Rose, Nazr Mohammed, Matt Bonner, Roger Mason o más recientemente Danny Green o Patrick Mills. Nunca han jugado tan bien, o, mejor dicho, nunca se han sentido tan útiles como con Popovich, y esa, en mi humilde opinión, es la clave de su éxito. Hacer que todo el que se viste de plata y negro se sienta útil, definiendo estrictamente los límites de cada jugador y dejando que ellos hagan lo que mejor saben. Por eso (sin quitar mérito a los tres jugadorazos que han acompañado siempre a Popovich en esta travesía) los Spurs siguen como una de las grandes franquicias de la NBA en una dinastía que pudo acabar en 2003. O en 2006. O tal vez en 2011. Pero sigue en pie de la mano del que acaba de ser nombrado por tercera vez Mejor Entrenador del Año. Por los siglos de los siglos, que así sea.

Acerca de... Unknown

«
Siguiente
Entrada más reciente
»
Anterior
Entrada antigua

No hay comentarios :

Escribir un comentario