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Hoy en día surge el conflicto permanente sobre la unión de política y deporte en nuestros estadios. Siempre se ha identificado la conexión entre estos dos elementos como un acto que empobrece al deporte como tal y oculta su verdadera esencia.

Pero, por un momento, recordemos aquellos tiempos donde la unión de política y deporte significaba algo más que palabrería en las tertulias nacionales o columnas de opinión en los periódicos. Recordemos aquellos tiempos donde un solo acto en un recinto deportivo prendía la chispa de un movimiento revolucionario. Recordemos cuando una simple acción provocaba una guerra.

Nos situamos un 13 de Mayo de 1990 en un partido de alto riesgo en la antigua Yugoslavia. Se disputaba un Dinamo de Zagreb-Estrella Roja de Belgrado. Hoy y desde aquel día este partido significa algo más que 3 puntos, una victoria o un trofeo. Significa la lucha de pueblos, la libertad reclamada por croatas y la fraternidad reclamada por serbios. (http://www.youtube.com/watch?v=uXr1Z-MiApo&feature=player_embedded)

Aquel día nació un mito. Zvonimir Boban era capitán con solo 21 años del Dinamo de Zagreb y cuando empezó la pelea entre hinchadas fue el único jugador que permaneció en el campo. Durante la pelea la Milicija, es decir, la policiía federal yugoslava (en su mayoría formada por serbios) se cebó con los hinchas del Dinamo obviando los ataques de los de Belgrado. Boban se dirigió a un policía gritando "Vergüenza, estáis masacrando a niños". La respuesta del policía, que casualidad de la vida era bosnio y musulmán, fue aporrear al jugador. En ese momento ocurrió una de las imágenes más famosas de la historia del fútbol. Aquel casi adolescente Boban le propinó un rodillazo al agente fracturándole la mandíbula. Esa imagen supuso para los croatas la imagen de la rebelión frente a la opresión, la del reclamo de su libertad para elegir y finalmente la de la independencia. Boban, ya beatificado en su país, ganó una Champions con el AC Milan y ahora reside en Zagreb como profesor de historia croata.



Meses más tarde ocurrió otro acto que pasará a la historia del deporte como desencadenante, casi detonante, de una guerra. Se jugaba el Mundial de Baloncesto de 1990 en Argentina y la selección yugoslava llegaba con el cartel de favorita. Tras vencer en semifinales a Estados Unidos y en la final a la URSS la todavía selección yugoslava celebró el título en la cancha. En ese momento un aficionado entró blandiendo la bandera croata con el escudo "dálmata" usado por la Ustacha, aliada en la Segunda Guerra Mundial de la Alemania de Hitler.

Vlade Divac, pivot serbio y jugador de Los Ángeles Lakers, le quitó la bandera y sacó al aficionado de la pista aludiendo que esa había sido "una victoria yugoslava". Esto provocó un gran enfado entre sus compañeros croatas que lo consideraron como una ofensa nacional y sobre todo su gran amigo y compañero Drazen Petrovic.


En el documental "Hermanos y enemigos" Divac indica que durante los años anteriores a la muerte de Drazen dejaron de hablarse y que cuando jugaban entre ellos en la NBA se saludaban y hacían como que no pasaba nada. El féretro de Drazen fue portado por sus compañeros de selección croata y en el documental cuenta Divac que hasta ese momento no había podido despedirse de él ya que le daba miedo entrar en Croacia donde ha sido declarado poco menos que persona non grata.

Estas son dos historias bastante conocidas que nos muestran como el deporte es algo más que un juego y que puede acarrear importantes consecuencias debido a su repercusión entre la sociedad y nos demuestra una vez más como los jugadores tienen que ser un modelo para la sociedad ya que por unas razones o otras los comportamientos equivocados han acarreado incluso guerras como esta.

Acerca de... Álvaro Rodríguez

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